Galletas, galletas y galletas… Últimamente no hay fin de semana que no haga al menos dos tipos de galletas diferentes. La verdad es que tiene una explicación. Cuando hacía algún bizcocho, lo dejaba en casa, y en cada visita a la cocina íbamos picando… Si hago galletas, las reparto: a mi madre, a las compis de oficina… así puedo hacer más cosas, ya que sé que no van a acabar todas en mis caderas xD
La parte mala es que mi marido siempre refunfuña cuando ve que me las llevo, y que ahora en el trabajo me odian por engordarlas a ellas… pero todo sea dicho, los lunes con dulces pasan mejor!
La receta original de estas galletas no me acababa de convencer, ya que quedaban unas pastas sin sabor, secas, sosas… Con estas cantidades quedan unas galletas suaves y nada empalagosas, que se deshacen en la boca. Sin embargo, os aconsejo probar un pellizquito de masa en crudo, ya que así sabréis si según vuestro gusto han quedado muy sosas y les hace falta más azúcar.
Si os gusta el vaso que acompaña a las galletitas, os diré que es de Anna Tulleuda, mi moderna favorita, fantástica diseñadora y mejor persona. Podéis conocer su último proyecto, Ultramarins, aquí 🙂